sábado, 11 de mayo de 2013

Iron Man 3


Hace un par de semanas pude ver Iron Man 3, película que tenia muchas ganas de ver  pero me dejo algo chafado, la película resulta entretenida y está realizada con corrección pero el director no consigue generar suspense ni tampoco emocionar con sus personajes, y por eso no bastan esas acrobacias en el aire ni esas explosiones pirotécnicas, pues Iron Man debe dar para más, como el Batman de Christopher Nolan o los propios Vengadores. Menos mal que, como en el cómic, siempre nos quedará la esperanza de que, tras el borrón y cuenta nueva, llegue un Stark con ADN renovado y más cercano al espectador.


En esta aventura, Iron Man está acompañado de Iron Patriot —pilotado por el coronel Rhodes—, y juntos deberán proteger y rescatar a su chica y a su presidente, respectivamente. Son dos misiones en una sola, dos armaduras para un mismo espíritu, dos formas de luchar para hacer frente a una amenaza que está fuera y también dentro. En el exterior es evidente, porque el Mandarín —nuevo espectro terrorífico al estilo Bin Laden tiene a las fuerzas de seguridad en jaque, mientras que de puertas adentro nunca se sabe qué se cuece en las cloacas de la política. Tampoco Tony Stark termina de quitarse de encima esa ansiedad e insomnio que le martirizan. Pasa sus noches entretenido con sus inventos y distraído de las cosas importantes que le demanda Pepper. Como es habitual en el género, la aventura supondrá para el protagonista un viaje interior en que se descubra a sí mismo para hacerlo explotar todo por los aires, si bien no al modo en que el Mandarín pretende.


El esquematismo de la historia y de los personajes es el que requiere el cine de cómic, que avanza a buen ritmo aunque la reiteración de tanta armadura destruida y recompuesta termina por hacerse pesada y cansina. Una y mil veces vemos estallar por los aires cada una de ellas o renacer de sus cenizas a esos monstruos ardientes productos de la experimentación genética, y llega un momento en que lo espectacular se vuelve agotador por falta mesura. También causa asombro el ataque a la residencia de Stark y más aún el desenlace en la plataforma petrolífera, hasta el punto que las chispas salpican a la política armamentística, a las corporaciones económicas y al mismo mundo del cine. En ese sentido, resulta patético y corrosivo el papel del Mandarín y su afán de notoriedad, no muy distinto al del Killian Aldrich como siniestro científico despechado. Asimismo, no faltan los toques de comicidad y simpatía, siempre con Robert Downey Jr. en el epicentro.

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