domingo, 17 de enero de 2016

Joy


David O.Russell es un director a medio gas. Todas sus películas, por reparto y premisa, convencen desde el primer momento, pero a la hora del visionado siempre hay un desequilibrio notable entre un realizador seguro de sí mismo y un tipo que cree que haga lo que haga con la cámara, saldrá bien. Creo que se trata de un cineasta inteligente, talentoso y que siempre ha sabido contar bien sus historias. Todas sus películas me convencen, pero ninguna me entusiasma, y eso es algo que empieza a mosquearme. No puedo evitar quedarme siempre con el gusanillo de ver si da un paso hacia delante en su próxima pieza.

“Joy” podría ser perfectamente una obra maestra en las manos adecuadas. Y de hecho, es posible que un Russell inspirado pudiera haber dado el golpe sobre la mesa, pero extrañamente, hay algo que no funciona. No soy un erudito de los análisis, así que no sabría definir qué es exactamente lo que le descuadra a un servidor de la cinta.


Es un american dream que intenta ser clínico, examinando a sus personajes, pero las escenas oníricaso los mensajes supuestamente escondidos no acaban de cuajar, probablemente por ser poco sutiles porque evidencian algo innecesario. Intenta ser ácido, haciendo que veamos lo cínicos, egocéntricosinteresados que son los personajes que pululan alrededor de la protagonista, y como esta se amedrenta y se deja llevar por la corriente de una América aún machista y retrógrada que miraba a una mujer emprendedora como algo insólito y poco relevante.


No sé si aparte de ser productora ejecutiva, la auténtica Joy Mangano ha metido mano en algún aspecto de la película, pero me escama sobremanera que en su alter ego como Jennifer Lawrence no haya ninguna traba para el personaje, no tenga dobles morales, ni defectos, ni otro lado de la moneda. En todo momento, el personaje se presenta como una persona sacrificada que lo da todo por algo en lo que solo ella cree. ¿Dónde está la empatía por un personaje que es enteramente complaciente?


El guión no funciona, cuenta la historia a trompicones, coloca las escenas una detrás de otra pero no hay un todo cinéfilo, un ajuste argumental para la pantalla con sus correspondientes esquemas básicos de planteamiento, nudo y desenlace. Aunque esté basada en hechos reales, siempre es importante el punto en el que, como bien dice la palabra, se convierte en adaptación.

No puedo quejarme de los actores. La Jennifer Lawrence que repudio en Los juegos del hambre siempre es manos de Russell (con el que trabajó en las dignas El lado bueno de las cosas y La gran estafa americana) un potencial enorme por explotar. Robert De Niro…pues eso, De Niro. Bradley Cooper, Edgar Ramírez, Isabella Rossellini…todos perfectos, a su modo. Pero su trabajo se apaga, no acaba de brillar, en una película que no sabe situar tan magníficos intérpretes.

En definitiva, personalmente esperaba mucho de Joy.




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